sábado, 6 de junio de 2020

A estas alturas de la partida

A estas alturas de la partida, nadie puede dudar de dos cosas. que el covid19 ha venido para quedarse, y que la concepción de la docencia en general ha cambiado.

De lo primero podría hablar como "sufridor" de este estado de alarma que nos ha impedido seguir con nuestra rutina, con nuestros hábitos, con todo lo que llevábamos por delante sin darnos cuenta. También podría hablar de cómo este virus o esta pandemia ha venido a rozar los cimientos de una escuela y de una docencia bien asentada desde los principios de los tiempos. Bueno, mejor dicho, desde la promulgación de las primeras leyes educativas españolas. Abro un paréntesis sin abrirlo porque me temo que, aunque cite "leyes españolas" el reflejo va a ser muy internacional, y cierro el paréntesis.

Que yo sepa, tras una investigación, la primera ley que se promulga en España (si me equivoco, por favor, espero que se me comente, ya que estoy abierto a la corrección del dato), es la conocida como Ley Moyano, la primera ley educativa integral y racional en España y denominada como Ley de Instrucción Pública de 1857. Promulgada durante el reinado de Isabel II, intentó solucionar el grave problema de analfabetismo que sufría el país. A partir de esta ley, han ido sucediéndose bastantes más que no voy a nombrar, ya que para eso podemos consultar cualquier "...pedia" y lo explicaría mucho mejor. Evidentemente, podemos intuir que ha habido muchas,  y elaboradas desde muy distintas ideologías. Pero si las analizamos, todas van a coincidir en un gran punto: LOS CONTENIDOS.

Vamos a imaginarnos que estamos en los años de principios del 1900. Claro está, no existía ningún dispositivo electrónico en el que poder consultar cualquier duda que se tuviera. Yo por ejemplo, hoy no me acordaba de cómo se llamaba a  esos filamentos que tienen las plantas enredaderas para agarrarse a cualquier superficie próxima. ¿Como lo he resuelto? Pues ya os lo imagináis, búsqueda en Internet y ya recuerdo cómo se llaman: "zarcillos".

Claro está,  que en los felices años 20, o te lo sabías o eras afortunado si alguien a tu alrededor te lo podía decir.  La educación estaba basada sobre todo en la transmisión de saberes,  la transmisión de lo que yo sé te lo transmito para que no se pierda. Digamos que no había gran diferencia entre el acto de copiar un libro que realizaban los monjes en sus conventos, al acto de "rellenar cabezas" con saberes y conocimientos.

Pero ojo, no estoy hablando de transmitir saberes en el sentido de transmitir "saber hacer", sino en el sentido del saber puro y duro. Para lo del "saber hacer", lo que se ha ido transmitiendo en esta época es que si lo que deseas es aprender a hacer cosas, "métete en la FP", o "hazte aprendiz de un oficio", dependiendo de la época. Hasta tal punto se hacía una distinción entre los "laborales" y los "licenciados" que siempre se ha menospreciado la labor manual a la labor intelectual, con frases como "tú no sirves para estudiar, así que te apuntas a la FP que es mejor". Hasta tal punto hemos dejado de creer  que en la FP o siendo un aprendiz de oficio no hace falta ser intelectual y saber hacer las cosas. Y por desgracia, todavía escucho, veo y sufro cuando en ciertos IES se repite esa frase.

Pero volvamos al tema, que me estoy yendo por otro camino.

Yo quería hablar en esta entrada de cómo tendríamos que haber aprendido durante esta circunstancia del confinamiento para comenzar a cambiar muchas, pero muchas de las cosas que en la docencia repetimos día a día.  No voy a entrar ahora en metodologías, en uso de las TIC/TAC, en la evaluación desde la teleformación o teledocencia (hay diferencia en esos términos) o en aspectos similares.

Quisiera centrarme en lo que he mencionado antes: las leyes educativas y su relación con los contenidos.

Ya en otras entradas he mencionado que yo sería partidario de esperar y no quemar las inquietudes del profesorado con una reforma de una reforma de una ley. Es decir, no soy partidario de gastar tiempo, recursos, notificaciones al profesorado para que cambie la programación y ya no haya estándares, pare que cambien,...  Supongo que ya sabéis que estoy hablando de la LOMLOE.

Pero resulta que hay más. No sé en otras comunidades, pero en Andalucía se estaba trabajando antes de este periodo de confinamiento en nuevos decretos para las etapas educativas de siempre: primaria, ESO y bachillerato. Se supone que FP, Enseñanzas de régimen especial, e Infantil (cuyo currículo lleva funcionando sin modificaciones desde el 2008) no importan demasiado, y el de Bachillerato ... está bien como está, que después tenemos la "prueba de acceso".  Pongo también el enlace a los documentos en elaboración por si alguna persona desea mirarlos: Primaria: Decreto, Orden y Anexos;  ESO: Decreto, Orden y Anexos.

No me cabe la menor duda de que es mucho más fácil trabajar con un documento ya hecho que comenzar uno desde cero.  Es más fácil adaptar algo o hacer una segunda parte con elementos de la primera que enfrentarse a un papel completamente en blanco y decidiéndoos en cada momento qué es lo que quiero poner.

¿Qué quiero decir con esta parrafada? Pues que es más fácil cogerse la Ley Moyano, la LOECE, la LODE, la LOCE, la,... y tenerla como base para cambiar algunas cosas (sobre todo incorporando esas "cosas") que elaborar una ley educativa desde cero.

¿Cuál es el gran problema al que se enfrentarían los hacedores de esta nueva ley? Pues que la concepción de la educación, sobre todo después de la pandemia sufrida, ha cambiado. No se trata ya tanto de traspasar contenidos, sino de tener los recursos necesarios para realizar todo aquello que se propone. ¿En dónde quedan los contenidos entonces? Pues los contenidos quedan simplemente como ayuda para la resolución de los problemas que se pueden plantear.

Por desgracia no podemos decir que nuestro currículo está realizado desde una visión competencial, por mucho que nos intenten vender la moto. No es cierto. Si bien reconozco que en la etapa de Primaria se ha intentado hacer un pequeño intento, si analizamos el currículo veremos que los criterios de evaluación (esa joya de la corona que siempre nos han dicho que son los referentes y que están completamente relacionados  con las competencias) y los estándares de aprendizaje no son más que concreciones de un intento de aplicación de los contenidos que se desarrollan.  Un ejemplo claro lo tenemos en el currículo de la ESO y de Bachillerato, donde los criterios de evaluación (y sus estándares, por supuesto) están encajonados en los bloques de contenidos marcados. No me digáis que os hacen falta más ejemplos de la importancia de los contenidos.

Actualmente el currículo no es competencial.  Se nombran por activa y pasiva las siete competencias que están establecidas, se han asignado criterios desde las distintas áreas a cada una de las competencias, ya que "las competencias se trabajan desde todas las áreas, y todas esas áreas aportan algo a cada una de las competencias".

Claro está, ahora tenemos a los docentes intentando encajar en sus programaciones de sus áreas las siete competencias que marca la ley. O bien, el programa informático de la autonomía que ya marca las distintas competencias que cada área, criterio, estándar o indicador haya asignado dentro de su desarrollo curricular.

En el establecimiento de una nueva ley educativa, y por ende, de un nuevo currículo, tenemos dos hándicaps: los contenidos y la distribución de los mismos por áreas o materias.

De verdad que yo lo siento mucho, pero cuando me surge un problema en mi día a día, no me fijo si lo que hago para intentar solucionarlo corresponde al área matemática, a la de lengua o a la de biología. Yo rebusco entre lo que sé, y si no lo sé lo busco donde pueda para intentar solucionar dicho problema.  Es decir, yo necesito tener la capacidad de solucionar, necesito tener las habilidades necesarias para poder solventar, necesito SABER HACER o SABER BUSCAR la solución.  Si en mi memoria tengo los conocimientos necesarios y eso me ahorra tiempo para solucionar, perfecto, pero, en caso contrario lo que necesito es tener el conocimiento de herramientas que me ayuden.

Un nuevo currículo, integrado en una nueva ley, debería plantearse su desarrollo con una pregunta esencial que hasta ahora  no se ha logrado responder y que sería: ¿Cómo y qué podemos ofrecer en nuestro sistema educativo para que cualquier persona sea capaz de afrontar y solucionar cualquier problema que le surja?

Hace unos días me "exigían" vía twitter, a partir de un comentario, que propusiera contenidos a quitar de nuestro currículo. Y me preguntaba el interlocutor que si yo quitaría el estudio de las integrales en el área de las matemáticas o a Neruda.  No creo que esta persona esté leyendo esta entrada, pero, por si acaso, le contesto de la siguiente forma:

¿Puede el conocimiento de Neruda ayudarme a redactar mejor mis escritos, a sentir un cierto goce estético de sus poemas o a comprender que hay más sentimiento al cambiar una palabra de sitio o al sentir el ritmo cadencia de sus versos?

Si el pensamiento es decir que Neruda nació en... escribió tal o cual, y murió,... para eso tengo las "...pedias". Se trata de gozar, criticar, dialogar, expresar,...  Por lo tanto, si ese contenido no se trabaja de esta forma, para mí, sobra.

Y eso es lo que pasa en muchas áreas, que están centradas en los contenidos propios del área, en la ¿evaluación? del  logro de esa sapiencia "tal cual", sin una verdadera aplicación a la solución de los problemas.


De verdad que puedo entender que algunas personas todavía aboguen por la reproducción de los contenidos y que las competencias sean algo que están ahí, pero que ni caso, porque lo importante es que el niño o la niña me haga la raíz cuadrada, o me sepa sumar kilos.  ¿Pero realmente lo estamos preparando para, por ejemplo, que sea capaz de plantearse cómo puede hacer siete bizcochos porque es cocinero y tiene que preparar el postre?


¿Y si trasladamos ese ejemplo a la recogida de esos maravillosos tomates que tenemos en el huerto escolar? O lo trasladamos a.... Hay muchos ejemplos.


Ya para acabar, sigo opinando que nuestra clase política a la que se le ha encargado la labor de pensar en una educación mejor para nuestro alumnado (y por supuesto, para nuestros hijos e hijas) necesitan frenar sus labores de tanta reforma educativa y de una vez por todas enfrentarse a esa hoja en blanco, sin las presiones de tener que poner áreas o fijar contenidos ya expuestos, y con esa pregunta fundamental que lo encabezaría: ¿Qué sería necesario hacer en las escuelas para que TODO el mundo (y con eso me refiero a todos y todas, evitando etiquetas y asegurando la inclusión), cuando saliera de ella, tuviera las herramientas necesarias para enfrentarse a cualquier problema o para disfrutar de la vida?

Sí, disfrutar de la vida, también es importante. Y ese saber disfrutar, también debería "aprenderse en la escuela".




2 comentarios:

  1. Inteligencia: Facultad de la mente que permite aprender, entender, razonar, tomar decisiones y formarse una idea determinada de la realidad.

    La inteligencia emocional hace referencia a la capacidad para reconocer los sentimientos propios y ajenos. La persona es inteligente (hábil) para el manejo de los sentimientos.

    Al leer tu entrada recordé y busqué las definiciones.
    Trabajar las dos a la par.
    Totalmente de acuerdo contigo.

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