martes, 20 de agosto de 2019

Las rúbricas taxonómicas

En mi anterior entrada, en la que hablaba de la concreción de la programación en las unidades didácticas dejaba caer la necesidad de tener un pensamiento multinivel a la hora de plantear nuestros desarrollos curriculares.

Los que ya me seguís desde hace un tiempo, sabéis que uno de mis temas (con el que doy más la tabarra) es la evaluación y la calificación. En muchas entradas ya he hablado de ello y condensé mis ideas para la participación en el EABE19. (Ver resumen de la participación pulsando aquí)

Me vais a permitir que me salte la parte de la profundización en la realización de tareas multinivel ya que tengo que presentaros un trabajo que sea adecuado y fundamentado, y eso no lo podré hacer hasta que no las lleve a la práctica con el alumnado. Un poco de paciencia porque seguramente merecerá la pena para coger algunas ideas.


Así que me voy directamente a la parte de la evaluación, en la cual ya hay experiencias que me parecen muy acertadas y dignas de compartir. Me refiero en concreto a la de mi compañera Lola Alcántara (@LolaAlcantara2) quien hace poco compartió con nosotros una imagen muy clarificadora y que os reproduzco a continuación.




Yo siempre he defendido la evaluación basada en los criterios principalmente, ya que ella me llevaba a poder realizar también una calificación de ese criterio, y no del instrumento que use para ver el grado de consecución del mismo. Evidentemente, el instrumento me servirá para evaluar más cosas, pero, como la normativa dice, la referencia que tengo que tener en el proceso de evaluación es el criterio. Y recalco lo de “proceso”, ya que la evaluación no es algo que se deba hacer al final, sino que se debe hacer en todo momento, para así poder solventar las dificultades que surjan, en el momento que surjan. Es por ello que desde que comenzamos la generación de las actividades debemos comenzar con la evaluación, y acabar con los aspectos que obligatoriamente no corresponden al proceso, sino al producto final como tal.

De eso es de lo que vamos a hablar hoy, productos finales, rúbricas, y taxonomía.

Comencemos con un poco de teoría (breve, no os asustéis): Para ver cómo se desarrollaban los procesos cognitivos y su aplicación en la educación se hizo un estudio liderado por Bloom en el cual se fijó una graduación en distintos aspectos. Aunque en un principio de quería realizar esta división (taxonomía) enfocada a tres bloques, (cognitivo, psico-motriz y afectivo), realmente la que ha tenido más repercusión es la taxonomía que ha desarrollado el bloque cognitivo, supongo (y esto es apreciación mía) que por aquello de estar el currículo basado en contenidos y conceptos hasta hace poco. Esta taxonomía, encaja seis (o siete, dependiendo de algunos autores) aspectos, desde los más simples a los más complejos. Estos son: Recordar, Comprender, Aplicar, Analizar, Evaluar y Crear. Para los que dicen que son siete, introducen sintetizar entre la aplicación y el análisis.

¿Puedo yo plantear distintas acciones basadas en la complejidad de la taxonomía con un mismo producto final? Pues sí, claro que sí, y a la imagen de Lola me remito. La “rúbrica taxonómica” está realizada en base a una tarea y a un criterio. Una tarea y un criterio que que son los mismos para todo el alumnado. Esa tarea final puede que haya llevado ya una adecuación multinivel (probablemente se haya realizado a la hora de plantear las actividades, el desarrollo mediante trabajo cooperativo, distribución de tareas,…), pero es que además estamos graduando la valoración der esa tarea final al ámbito multinivel.

Este ámbito multinivel no es uno cualquiera que se nos haya ocurrido, sino que ya está muy estudiado y se saben con certeza los pasos.

La inclusión, en este caso, estaría tanto en la realización de las actividades para llegar a la tarea final (que repito, lo veremos en otra entrada más adelante), como en la propia tarea final.

Si queremos usar la taxonomía realizada para las tareas como instrumentos de calificación, podemos hacerlo, siempre que tengamos en cuenta las capacidades individuales del alumnado. Evidentemente, si cumple por ejemplo “ Narra el reportaje haciendo énfasis en las ideas claves sin necesidad de mirar el texto” porque su capacidad llega hasta ahí, (que corresponde al ámbito de la comprensión), no debemos “castigar” porque no ha llegado al siguiente ámbito. Ya buscaríamos las estrategias para que más adelante saltase y consiguiese el ámbito siguiente, porque esto sí sería evaluación: veo donde está y empujo, preparo, planifico y ayudo a saltar de uno a otro ámbito.

Tenemos también que pensar en que el alumnado debe conocer perfectamente y con anterioridad qué es lo que esperamos en cuanto al desarrollo del trabajo y sobre todo cómo lo vamos a valorar. Sería muy interesante que cada uno se pusiera unas metas a la hora de esta rúbrica, siempre un poco por encima de sus posibilidades. ¿Estamos hablando de la labor orientadora del profesorado? Por supuesto. Tenemos en el currículo la competencia de aprender a aprender, pero los docentes debemos tener la competencia de saber orientar.


viernes, 16 de agosto de 2019

De la programación a la UDI.Vamos a concretar.

Hace unos cuantos días que hice una difusión por redes sociales de los modelos de programación que desde Séneca (programa informático de gestión de los centros escolares andaluces) se había puesto en marcha este año.

Esos modelos de programación están muy centrados (en algunos aspectos) en la normativa de la comunidad autónoma andaluza, aunque sé de buena tinta que algunas personas las han cogido, han cambiado las referencias normativas a las propias de su comunidad autónoma y casi han dejado igual el resto.

En el documento, hay un anexo en el cual se deben reflejar la menos los títulos de las unidades didácticas y un modelo de UDI, adaptado también del programa Séneca.

Hoy quisiera exponer brevemente algunas ideas por si se puede centrar el camino de cómo pasar de la programación a la UDI. Hoy, solo eso, no quiero agobiar ya que seguimos de vacaciones (¿o no?).

De lo que expongo a continuación, hay cosas que pueden estar ya recogidas a nivel de área, de ciclo o de etapa en las programaciones, pero siempre es conveniente adecuar una programación aséptica a un grupo de alumnos y alumnas concreto con sus características peculiares.

Una buena planificación, a mi entender, debe seguir unos pasos muy concretos y que hay que tenerlos claros para hacer las cosas con el mínimo esfuerzo y el máximo de resultados. Estos pasos, apartados o etapas, sería:

1.-  Los objetivos que se pretenden deben ser claros y estar correctamente planteados.  No, no me estoy refiriendo a los objetivos de etapa, de área, ni los que aparecen en nuestra última normativa docente. Me estoy refiriendo a aquellos objetivos que nosotros y nosotras, como docentes, nos planteamos a la hora de realizar nuestra planificación didáctica, nuestra UDI. Para ello debo de tener en cuenta qué es lo que quiero conseguir, y por lo tanto, tengo que hacer una buena selección de los criterios de evaluación y de los contenidos que voy a desarrollar a lo largo de este tiempo.

2.- Una vez elegidos los criterios de evaluación (no olvidemos que son los referentes de todo nuestro currículo, delegando los contenidos a un puesto de importancia inferior), y partiendo de la idea de cómo voy a evaluar para conocer el grado de consecución de los distintos criterios, asigno, escojo o elijo la mejor técnica o instrumento de evaluación.  Si he decidido evaluar mediante una rúbrica, o mediante una lista de cotejo, ¿qué instrumento/técnica es el más adecuado? Algunas veces diré que con la simple observación me vale ( sobre todo si valoro procesos o actitudes), otras veces con una prueba, otras con la exposición a los compañeros y compañeras de un tema,... Cada criterio, o parte de criterio debería tener su instrumento de referencia.

3.- Una vez que ya tengo claro todo esto, me queda la parte más creativa de la UDI: la transposición didáctica.  Es aquí donde comienza la creatividad.  Es en este momento donde pienso, creo, invento, elijo,... aquellas actividades que voy a desarrollar. Estas actividades que planteo en mi desarrollo de la unidad deben tener una doble finalidad: por un lado, deben servir para adquirir y/o reforzar las capacidades y habilidades que hemos planteado en nuestro diseño curricular, y por otro, deben servir como entrenamiento de esas capacidades para lograr un conocimiento estable de aquello que se pretende aprender.

Las actividades que se desarrollen pueden (y deben) servir como instrumentos de evaluación "per se" sobre todo, si a partir de ellas se han realizado "productos finales" que son manifiestos en las aulas. Esto puede llevarnos a volver a realizar nuevas evaluaciones sobre lo que ya hubiéramos podido evaluar de otra forma.

Dentro de esta parte creativa, del diseño de las actividades, es donde debemos emplear más nuestro tiempo, sobre todo planteando ya una serie de actividades que tengan graduaciones y que respondan a la inquietud de la verdadera inclusión de todo el alumnado que tengamos en clase y de acuerdo con sus propias características.

Es en este momento, donde os puedo plantear una pregunta (que yo intentaré responder en otra entrada más adelante, por aquello de daros tiempo a reflexionar).

¿Qué tipo de adaptación curricular debemos hacer a nuestro alumnado?  ¿Adaptaciones curriculares significativas, no significativas, planes de refuerzo, etc,? ¿Preparo ya una planificación teniendo en cuenta que en una clase de 25 personas tengo 25 adaptaciones?

Como habéis visto, no ha sido una sola pregunta.

Si bien las programaciones son el marco teórico-normativo desde donde debemos de partir, nuestras unidades didácticas son eso, NUESTRAS y debería ser el marco de nuestra actuación en las aulas.