domingo, 21 de julio de 2019

Formación inicial, continua y evaluación.

Nos estamos encontrando ahora un debate abierto sobre la formación inicial que deben recibir aquellos que desean dedicarse a la docencia. Se está proponiendo que se haga de tal o de cual forma, que se meta materias de esto, o de lo otro.  Ya cada uno se está montando su propio castillo sobre qué almena debería ser la más alta, o cuál de las torres será la del homenaje.

Permitidme esa metáfora, porque en la formación de los futuros docentes (al igual que en la formación de  nuestro alumnado), cada "especialista" tira hacia sus propios intereses. Cuántos de nosotros no ha escuchado infinidad de veces la frase "es que mi materia es muy importante, y debería de tener más horario y más importancia en el currículo", o aquella de " la valoración de la competencia en comunicación lingüística debería ser la nota de la materia de lengua".  esto es lo que sucede cuando desde la formación inicial lo que estamos abordando son currículos orientados hacia el área, no hacia la docencia.  La idea de una "carrera docente" en el ámbito de secundaria ( salvemos a los maestros, que tienen carrera más orientada a docencia) es una utopía.

Cuando una persona acaba un grado en lengua, física, matemáticas, o biología no está preparado para la docencia. Si quiere ejercer de docente debe realizar un máster específico para ello.  Se supone que en este máster se debe impulsar (o por lo menos mostrar y hacer que se trabaje para así tener una fundamentación para la crítica, ya sea positiva o negativa) metodologías centradas en el alumnado, e incorporar nuevos aspectos en la evaluación.

¿Y por qué digo esto?

Pues veréis. Ha caído en mis manos una programación de unos estudiantes de máster en la cual se siguen confundiendo los términos de evaluación y de calificación.  La verdad es que comencé a decir "pues no está mal" cuando veía que lo primero que ponían eran los criterios de evaluación, y que a través de ellos seleccionaban contenidos y estándares. Desarrollaban las sesiones de trabajo mediante grupos que debían diseñar, realizar y exponer ante sus compañeros y compañeras un producto final. Me parecía excelente dicho trabajo. Pero cuando llegué a la parte de la evaluación, se me cayeron los palos del sombrajo.

Toda la evaluación iba orientada haca la consecución de la nota final de la unidad didáctica.  Se había realizado una check list sobre los criterios de evaluación elegidos, se había realizado esa lista con descripciones en primera persona, lo que llevaba a una mejor autoevaluación, se contemplaba la posibilidad de co-evaluación tanto entre los miembros del grupo como de un grupo a otro,...hasta aquí, de gloria bendita.

Mi sorpresa ha sido cuando en el formulario para la co-evaluación, dicho sea de paso, formulario con preguntas que lo que hacen es analizar el trabajo en grupo, se hace una graduación entre 1 y 5,  y cuando a cada aspecto de la lista de cotejo se le asigna un valor hasta el 10 creo que esto lo que hace es rizar el rizo. Ya no estamos evaluando, sino que lo que estamos buscando es la fundamentación para la inclusión de un número en el boletín de notas, es decir, lo que es la pura y dura calificación.

La ponderación de criterios, y llevar hasta el límite la calificación de los distintos aspectos contemplados en la lista es un trabajo, a mi parecer, absurdo. Lo mismo de absurdo que poner una nota a cada unidad didáctica y después hacer una media de las notas conseguidas para traspasarla al boletín.

No deberíamos salirnos de la idea de "evaluar por los criterios de evaluación".  La evaluación lo que tiene que mostrarnos es lo que se ha conseguido y cuáles han sido las dificultades que se han tenido para no haber logrado la totalidad de lo que se haya propuesto.

Es más, dentro de la autoevaluación no se han puesto, en esta unidad didáctica, aspectos personales que no sean "observables o tangibles" para el docente. Por ejemplo, si estamos en el área de música y tenemos un criterio donde nos hable del miedo escénico, podemos poner como un aspecto dentro del criterio "X":  "Soy capaz de realizar por mí mismo ejercicios de respiración y concentración para superarlo".  Eso como no es tangible, ni se me ocurre, y si se me llega a ocurrir, lo quito de mi evaluación haciendo caso a mi pensamiento de "¿y esto cómo lo califico?

Tanto en la formación inicial, como en la continua, debemos pensar, aprender y sobre todo CREER que en educación no todo es calificable, pero sí todo es evaluable. Y también tenemos que creer que si sentamos unas bases correctas, la autoevaluación no sólo es recomendable, sino totalmente necesaria. Y eso de "Es que los alumnos me van a engañar y siempre se van a calificar con muy buena nota".  Esa frase, escuchadas cientos de veces, implica una falta de confianza al pensar que siempre el alumnado va a intentar engañarnos de alguna forma. (¿Será por aquello de que "cree el ladrón...")

Por supuesto, no había ninguna mención al alumnado con necesidades educativas especiales. Simplemente "son invisibles". Pregunté la causa y me dijeron que,... "como no siempre hay, ellos habían pensado que en su clase (como era a nivel teórico como la tenían que hacer) eligieron una clase con alumnado homogéneo, que normalmente a bachillerato no llegan esos alumnos.  A partir de ahí, dejé de leer.

Aprender en la universidad que no todo es calificar, que no hay que repetir lo que se ha aprendido desde la más tierna infancia (exámenes y notas, premios o castigos...) o lo que se está haciendo en la universidad (creo que se siguen haciendo exámenes con su nota correspondiente, ¿no?) es lo que se debería grabar en el apartado de la vocación docente. Igual que la atención a la diversidad. Siempre debería estar presente en nuestra mente, entre otras cosas porque nuestras clases son diversas, nunca serán homogéneas, y tengamos alumnado diagnosticado o no, debemos tener presente que a cada alumno o alumna hay que responderle de forma personal, evaluarlo según sus capacidades y, si acaso, ya que la normativa me lo impone, calificarlo.

Por supuesto, no estoy "enfadado" con el alumnado que ha realizado dicha unidad didáctica, más bien con el profesorado del máster (en concreto de este, ya que por suerte no todos serán igual) que no ha sabido orientarles y se ha limitado a reproducir estructuras obsoletas.

No estamos en una sociedad donde se deba comprobar notarialmente el conocimiento de aquellos conceptos que fácilmente están a la mano mediante cualquier dispositivo, sino que estamos ya en una sociedad que nos pide tener la capacidad de resolver problemas, de tener los recursos suficientes para salir airosos de cualquier situación. Y para acabar, una pregunta. ¿eso se consigue diciéndole a "María" que tiene un ocho en historia?














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