miércoles, 12 de julio de 2017

Somos los mediocres los que movemos el mundo.

A partir de la entrada de ayer en la cual manifestaba mi oposición a las calificaciones, he tenido una larga charla con una persona que me mostraba su desacuerdo. Durante ese intercambio de opiniones la palabra "iluso" y "utópico" aparecieron varias veces.

Efectivamente, soy un iluso, porque tengo una ilusión. Lo bueno de dialogar es que vas sacando argumentaciones para defender unas ideas, pero sin ánimo de intentar convencer a la otra persona, sino que se trata de compartir visiones, no de arrastrar al "oponente" a que piense lo mismo que tú.

La idea de que la calificación no es más que una "cosa" impuesta por nuestra sociedad era la base de nuestro diálogo, y en eso coincidíamos los dos. Ya cuando yo exponía que este aspecto lo quitaría de la docencia, comenzaban nuestras diferencias.

Comprendo las argumentaciones que me daba, (no las comparto, pero las entiendo). Ideas como que en la educación infantil y primaria no se le da "tanto" valor a un número la puedo casi compartir. Pero me decía que durante estas etapas teníamos obligatoriamente que preparar al alumnado para enfrentarse a las calificaciones, a las agrupaciones, a la incorporación de algún que otro ranking establecido. La educación secundaria, bachillerato, pruebas de acceso a la universidad, los mismos estudios universitarios, la confección de un currículum vitae donde se ponga que de nota media en la obtención de un grado o un máster está basada en calificación, y por supuesto esto lleva a una clasificación, lo cual es bastante discriminatorio.

Cierto que la sociedad no está preparada para evitar calificaciones ni clasificaciones. Las comparaciones están a la orden del día. Desde la más tierna infancia estamos agrupando, incluso cuando nos divertimos estamos haciendo comparaciones. En la época actual, donde las tecnologías están tan desarrolladas, tenemos videojuegos donde por un punto me dice que estoy por encima de Fulanito.

Y pienso que nuestra sociedad nos hace pertenecer a tres grandes grupos. Al primer grupo pertenecen los genios, (independientemente de las calificaciones que tengan demuestran que son genios), un segundo grupo que somos los mediocres (sin ningún valor peyorativo de la palabra) y que somos los que estamos intentando que nuestra sociedad salga hacia delante con nuestro trabajo, y el tercer grupo que son los que no llegan a mediocres y lo que hacen es aprovecharse del trabajo de los demás para sacar un rendimiento propio.

Es por ello que hoy he titulado esta entrada de esa forma: "Somos los mediocres los que movemos el mundo".

Yo me considero un mediocre pero aspiro a formar parte de una sociedad que salga de la mediocridad y se convierta en genial.

Y eso sólo se puede hacer (y sigo diciendo que esto es opinión propia) si descatalogamos a nuestro alumnado, si lo preparamos para resolver situaciones, problemas, si lo encauzamos hacia una nueva sociedad en la que cada uno desarrolle su propio potencial.

Ya sé que quedan muchos flecos por enlazar con esta idea que expongo tales como el acceso a la universidad, posible masificación de carreras, masificación en la formación profesional, cómo calificar (por imperativo legal) desde una visión de grados competenciales, ... pero todo ello creo que irá apareciendo en próximas entradas.

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