lunes, 6 de noviembre de 2017

El fracaso escolar: Un término obsoleto.

Siguiendo la línea de lo que ya he ido exponiendo en anteriores entradas, ahora me permito tratar un término que se repite mucho sobre todo a nivel político: "El fracaso escolar".

Primero quiero aclarar que cuando hablo de fracaso escolar no estoy hablando de "absentismo escolar" o de "abandono" del sistema. Hoy quiero centrarme en ese tema, aunque ya veremos que todos esos términos están muy relacionados.

Personalmente pienso que el fracaso escolar es un término obsoleto. ¿Qué se entiende por fracaso escolar?

La RAE define la palabra fracaso en sus dos primeras entradas como:

1.- Malogro,resultado adverso de una empresa o negocio.
2.- Suceso lastimoso, inopinado y funesto.

Evidentemente, la palabra fracaso viene del verbo fracasar, cuya entrada nos remite a la palabra "frustrar".

Si me permitís, voy a intentar tratar ambos aspectos, comenzando por el término fracaso y terminando por el de frustrar.

Llevamos arrastrando el término fracaso desde hace mucho tiempo. Pero pensemos un poco. Hasta no hace mucho, toda la fundamentación docente estaba basada en base a comunicación de contenidos, absorción de los mismos y constatación de lo que se ha conseguido aprender para volver a decir o mejor dicho, "reproducir" en una prueba. Lo que se veía era la capacidad de reproducción de contenidos, y si no se sabía reproducir se fracasaba.  La empresa que se tenía en mente no era más que la mera reproducción de conocimientos.

Pero actualmente esto no es así. Ahora, el profesorado no es un mero transmisor de aquello que sabe, sino que es un preparador. El docente es la persona que debe desarrollar las capacidades del alumnado para enfrentarse día a día, momento a momento a esta sociedad tan cambiante.

Un docente debe incorporar las herramientas precisas para hacerlo, herramientas tanto metodológica como evaluativas.

Estoy seguro que mediante la renovación de la forma de pensar y de actuar, el fracaso dejaría de existir, y estoy seguro que si realizamos una buena evaluación personalizada, la frustración pasaría a ser mínima. No habría fracaso ni frustración si tenemos en cuenta a cada uno de nuestros alumnos o alumnas. Y si tratamos así a los discentes,... tendríamos otra consecuencia: no habría abandono escolar.

El abandono se realiza cuando una persona no está a gusto o no encuentra un desarrollo personal. Dar a cada uno lo que necesita implica que se estaría a gusto en los centros.

Eso también va por el profesorado. Estar a gusto significaría una ratio mucho más baja, mejores dotaciones, etc. (Entiéndase un tirón de orejas para la Junta de Andalucía, que tendría que apostar más por estos aspectos, aunque se disparase el presupuesto de la Consejería).

Resumiendo: ¿Queremos quitar el fracaso escolar?  Más medios, menos ratio y una verdadera formación del profesorado para cambiar metodologías.

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