domingo, 12 de noviembre de 2017

Una sobremesa entretenida


No, no voy a realizar el resumen de una de estas películas de tarde de domingo en una de las ...titantas cadenas que nos ofrece nuestra televisión actual y cuyo exclusivo objetivo es cumplir la cuota de emisión europea.

Permitidme que haga un poco de introducción sobre la elección del título y del tema. En casa somos un “matrimonio pedagógico”, es decir, los dos somos docentes, pero es que en nuestra pandilla de amigos y amigas, el ochenta por ciento somos profes y el resto va desde licenciados en derecho hasta graduados sociales. Ya podéis imaginar cuando nos reunimos cuál es el tema principal.

Pues bien, hoy, hemos estado hablando un poco (¿un poco?) de todo el tema de la evaluación y de las cuatro formas que yo he ido proponiendo y que tenéis recopiladas en formato digital en :
y que ellos se han llevado en papel para hacer críticas a los distintos modelos.

De todas maneras ya nos hemos enfrascado en el diálogo y exposición de pros y contras, y simplemente con la primera pregunta ya se lio la del búho: “Pero Quique, ¿de verdad piensas que esto es real?” (Digo lo del búho por la apertura de ojos que tuve.) No sabía si contestar en español o en inglés, y acabé diciendo “Yes, of course”. ¿Pero todo eso repercute en la calidad de la enseñanza? ¿El alumnado aprende más? ¡Eso es más de lo mismo! …

¿Podéis imaginar un emoticono de “estoy acorralado- S.O.S.”? Pues ese era yo en ese momento. 

Sin embargo, conociéndolos a ellos y ellos conociéndome a mí, sabía que eran más preguntas retóricas que “punzantes” hacia mis ideas. Vaya por delante una premisa: “Ni yo tengo la verdad absoluta, ni mis ideas son las mejores. Solo propongo aspectos que creo pueden funcionar”.

Tras explicarles que mis propuestas se basan en los cuatro tipos que ya he ido exponiendo en las distintas entradas y que distinguía entre evaluación y calificación, una de mis amigas me expuso qué era lo que ella hacía en clase, lo que paso a transcribir (con más o menos fidelidad) en el párrafo siguiente.

Ella trabaja mediante el libro. Inculca mucho en clase la necesidad de unos hábitos a la hora de trabajar. Pone exámenes escritos aunque les da un valor relativo… cosa que a mí no me parece mal, aunque no comparto (me refiero sobre todo a lo del libro). Cuando me dice lo del valor relativo a las pruebas escritas le pido que me lo aclare, y lo hace con una sola frase: “Una cosa es el número que le pongo al examen y otra es la información que apunto en mi cuaderno.”

– ¿Cómo? – le digo.

– Sí. Además de los contenidos evalúo aparte otros aspectos como son si entiende y realiza lo que se pide en la pregunta (rodea, marca, subraya, escribe, colorea,…), si realiza todas y cada una de las preguntas y si se deja alguna la causa de ello,…

La verdad es que empezó a contarme cosas y hubo un momento en el que le pregunté el motivo por el que había dicho que mis propuestas de evaluación eran muy difíciles y muy trabajosas, si ella hacía casi lo mismo que yo proponía. Ella estaba haciendo una evaluación mixta, y lo único que le faltaba era aclarar un poco la relación entre las preguntas que hacía en el control y su relación con los criterios a los que estaban referidos.

No sé si se convenció de que ella estaba trabajando y evaluando por competencias, a su manera, pero ya lo estaba haciendo. 

Ahora ya, delante de esta estupenda tarta de calabaza totalmente artesanal y un café caliente, lo único que me pregunto mientras miro cómo sube el humo que sale de la taza es:

– ¿Por qué somos tan reacios a incorporar cosas nuevas a las que ya hacemos y que son válidas totalmente? 

El pensamiento se me va con el humo. Habrá que pensar y especificar. Lo bueno será siempre bueno, y habrá que aprovecharlo. ¿no?




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