Me vais a permitir que comience esta entrada con una pregunta. ¿Qué es más importante, que el alumnado “sepa” o que “avance según sus capacidades”?.
En mi trayectoria profesional he tenido siempre dos cuestiones que me han preocupado, no sé si en exceso, pero la realidad ha sido esa. Éstas han sido: La evaluación de los alumnos y alumnas con necesidades educativas personales y el fracaso escolar. En mi anterior entrada “Una nueva estrella para el cole: la evaluación del alumnado con N.E.E.” ya di una visión general de mi pensamiento. Intento ahora profundizar un poco más.
Alumnado con necesidades educativas personales.
Sí, quizás estéis pensando que he cometido un error al decir personales en lugar de especiales. La verdad es que no, lo he puesto a propósito y expongo la causa. (Por cierto, lo de cambiar “especiales” por personales no es algo mío. Lo he leído en algún sitio pero ignoro la autoría).
En todos los centros tenemos alumnado “clasificado” como de NEAE (Necesidades Específicas de Apoyo Educativo). Pero este término no entra en la concepción que yo tengo de la enseñanza. Me cuadra cuando estamos hablando de si sabe contenidos, si reproduce lo que está marcado para un nivel o para un ciclo concreto, cuando hacemos más caso al cajón del currículo que a la persona que tenemos delante.
Uno de los grandes fallos que tenemos en nuestro currículo (y esto es visión personal) es de encasillar todo lo que tenemos que conseguir marcando unos cajones estancos llamados ciclos, niveles o etapas. Nuestro currículo recuerda más la estructura de carpetas que podemos tener en un ordenador que a lo que realmente debería ser: el hilo conductor para hacer que el alumno o alumna haga y sepa desenvolverse en este mundo tan cambiante.
A raíz de esa idea, propongo un currículo abierto, donde lo importante sea ver la progresión del alumnado según sus capacidades, ver cómo va logrando superar los criterios y marcar unos nuevos acordes a los conseguidos.
Si lo verdaderamente importante es esa persona que tengo delante, la tengo que evaluar conforme al desarrollo que esa persona va teniendo, y no porque esté en cuarto nivel la tengo que evaluar con los criterios establecidos por normativa para el segundo ciclo. Y estoy diciendo la palabra “evaluar”, es decir, saber exactamente dónde está, y hacer una previsión de qué es lo siguiente que le voy a proponer. Acorde con los criterios que vaya superando podré establecer una calificación si es que me la piden (que me la pedirán).
Y me vais a decir, y con razón, que eso ya se hace, y que se llama adaptaciones curriculares bien sean “significativas” o “no significativas”. Es cierto. En cuanto a la programación personal se hace, pero no sólo debe hacerse para saber qué dar, sino que aprovechando el trabajo que debería realizarse en el centro educativo confeccionando rúbricas o listas de cotejo de los indicadores o criterios, podemos aplicarlas para esta evaluación en concreto. No hay que volver a establecer nuevos aspectos evaluativos, sino aprovechar los que tenemos.
¿Y si el alumno o alumna está en una clase de cuarto y su nivel curricular es de segundo? Evidentemente yo abogo por ponerle la calificación acorde a lo que ha trabajado. Y claro, aquí ya hemos topado con un muro: El siete que tiene el alumno o alumna de cuarto vale lo mismo que el siete que pueda obtener este alumno que sigue unos criterios diferentes? Voy a responder a la gallega: ¿Lo realmente importante es un número que clasifica al alumnado? Pienso que no. Lo importante no es el número, lo que debemos tener en cuenta es cómo evoluciona, si consigue los criterios y adquiere las suficientes capacidades, (que no contenidos).
Y aquí enlazo con la segunda preocupación: El fracaso escolar.
Podríamos discutir mucho sobre el término, y como ya en otra entrada comentaba, (El fracaso escolar: un término obsoleto) mi opinión personal es que el fracaso escolar es una herencia de la idea clasificatoria y calificadora de sistemas educativos anteriores que sólo servían para establecer comparaciones.
Si realmente pensamos en una evaluación personalizada en la que tenemos en cuenta el desarrollo de ese alumno o alumna en concreto, ¿con qué argumentos defendemos que ha fracasado escolarmente? ¿Vamos otra vez a echar mano de las cajas estancas que mencionaba anteriormente? Por lo tanto, el fracaso escolar en sí, no existe desde este punto de vista.
Haciendo un punto y aparte. Todo lo que he desarrollado hasta ahora ha estado con el enfoque del alumnado con “niveles más bajos”, pero se puede aplicar a los alumnos (mira que me gusta poco la palabrita clasificados, pero en fin), clasificados como de altas capacidades. Esos son lo que lo saben todo, y siempre tienen la nota máxima en todo, ¿no? Pues no debería ser así. Deberíamos evaluarlos de acuerdo a lo que estén desarrollando criterialmente en ese momento, y si están en cuarto y pueden desarrollar los criterios de sexto debería de evaluarlos acorde a ellos. También ellos son alumnado con necesidades educativas personales.
No creáis que me he olvidado de la primera pregunta: ¿Qué es más importante, que el alumnado “sepa” o que “avance según sus capacidades”? Con el planteamiento que he realizado creo haber contestado. Mi máxima como docente siempre ha sido “No quiero que sepa, quiero que aplique lo que va sabiendo”.
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