Y no hablo solo de la desconfianza del docente hacia el alumnado, sino, también, de la desconfianza hacia el docente desde el ámbito familiar pero, sobre todo, desde el ámbito administrativo y político. He dicho ámbito administrativo, pero debería de aclarar un poco más y decir desconfianza desde las personas que se encuentran en la administración educativa.
Sí, ya sé que "todos y todas somos administración", pero,... unos son mas administración que otros. La desconfianza de si se está trabajando, la exigencia de modificar programaciones, el aumento de la burocracia en estos tiempos en los que el docente está más ocupado (en regla general) que durante el periodo presencial hace presuponer que no se está confiando en su labor y que "hay que mandarles trabajo para que no se crean que están de vacaciones, ni ellos ni la sociedad en general". Venga, vamos a atosigar y así cubrimos el expediente.
De esta guisa hemos llegado a estas alturas de este curso tan atípico, donde ahora ya han cambiado algunos de esos aspectos. Bueno, ha cambiado uno, el aspecto que se refiere a la valoración que se tiene desde el ámbito familiar a la labor docente. Tengo la percepción de que este episodio de confinamiento ha hecho cambiar algunas opiniones sobre el trabajo de los docentes. Creo (o quiero creer) que algo menos de desconfianza en general se tiene hacia nuestra labor.
Pero antes de comenzar con el tema que realmente quiero tratar, permitidme un par de párrafos sobre la concepción que tiene de los docentes nuestra querida administración. En las últimas normativas, instrucciones, órdenes, ... o como queramos llamar a esas palabras que nuestros políticos y sus equipos ponen en boletines oficiales, páginas web, comentarios, etc, siempre van unas palabras dedicadas a la magnífica labor que están realizando los docentes. Véase este ejemplo sacado de la Instrucción de 23 de abril de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía (supongo que en otras comunidades serán las mismas o parecidas palabras):
- "La continuidad de los procesos de enseñanza–aprendizaje está siendo posible gracias al enorme esfuerzo que está realizando el profesorado y el alumnado, así como las familias, lo que se reconoce no solo por esta consejería, sino también por la sociedad en su conjunto."
Sigo con el tema. La desconfianza citada se concreta en la cantidad de burocracia que un docente tiene que realizar durante todo el curso escolar. Desde septiembre con las programaciones, unidades didácticas, informes de evaluación inicial, estudio y modificación de las adaptaciones curriculares,.... hasta junio con los informes finales del alumnado, memorias, actas, análisis de las adaptaciones curriculares y propuestas para el curso siguiente, etc. Si una persona piensa que la labor de un docente se queda en llegar a clase, explicar, hacer actividades, corregir, etc, no sabe, como dice la frase "de la misa la mitad".
El problema está en que, (como siempre pasa, que vamos un paso adelante y dos para atrás, y donde dije .. ahora digo.. ) en esta época, nuestro consejero de educación, por ejemplo, (y hablo del de Andalucía porque es la comunidad desde donde escribo, resido y trabajo) dice que las instrucciones que han publicado se asientan sobre cuatro pilares: la autonomía de los centros (ojo, que hablaremos después de este "pilar"), la garantía jurídica, diálogo con toda la comunidad educativa y, cuarto pilar, la eliminación de la burocracia en los procesos. Amplía este cuarto punto diciendo que: "no vamos a cargar a los docentes, los equipos directivos, ni a la inspección, con más tareas y burocracia. El objetivo es la plena dedicación a los alumnos sin perder el rigor." mientras que se sacan un nuevo informe individualizado en junio que no se sabe exactamente para qué va a ser. Después lo veremos con más detenimiento.
Suponemos entonces que toda esa adecuación. de las programaciones que se "dejaron caer", y que se podían pedir, y que deberían estar en los centros, y que apareció en la circular de dos de abril... ni caso. Lo tomo como un paso hacia adelante para eliminar esa desconfianza "administración-docente", porque parece que a partir de ahora va a haber un poco más de confianza en lo que hacemos y que iremos a menos burocracia en el sentido de que tendremos que poner menos cosas por escrito y podremos dedicarle más tiempo al alumnado o a nuestras familias.
Bien, entonces, cuál va a ser nuestro calendario. Si es verdad que en la parte burocrática van a confiar en nosotros, y no vamos a tener que reflejar las modificaciones curriculares en ningún documento, nos podremos dedicar hasta la finalización del periodo lectivo a interactuar con el alumnado, bien avanzando "temario" o realizando actividades de recuperación y/o proacción sobre lo ya trabajado.
Cuando llegue el final del trimestre, nos enfrentaremos a la tercera evaluación, esa que puede hacerse de forma cualitativa, y a la evaluación ordinaria, (la final), en la que obligatoriamente tendremos que dar una calificación y decidir sobre si promociona o no.
Es ahora donde debería hablar del tema tan recurrente en estos momentos de "aprobado general" o de "promoción general" ... pero no lo voy a hacer. Me reservo esos aspectos para otra entrada y no alargar más de lo necesario ésta que estás leyendo.
Si el tema principal de todo este discurso era la desconfianza existente entre la administración y los/las docentes, no penséis que voy a cambiarlo.
Me vais a decir que la administración está confiando en los docentes para todo lo que respecta a la tercera evaluación y a la promoción, pero no lo veo así.
Dice la consejería que quien mejor conoce al alumnado son los docentes. En eso llevan toda la razón. Somos los docentes los que conocemos a nuestro alumnado, a cada uno y una de nuestros alumnos y alumnas, y los que sabemos mejor el proceso de evolución que desarrollan. Pero también nos podemos equivocar y sorprendernos con los logros de algún alumno o alumna que se salen de lo "esperado".
¿Es un acto de confianza en los docentes dejarles que resuelvan el tema de la evaluación y promoción del alumnado en estos momentos?
No. No lo es.
Hace unos momentos estábamos planteando un posible calendario. ¿Qué nos toca hacer después que nos despidamos (física o virtualmente) de nuestro alumnado? Pues ponernos de acuerdo en la evaluación y promoción.
Un inciso: Como los responsables de las consejerías de educación no se ponen de acuerdo en casi nada, tenemos una variedad importante de aspectos distintos que cada comunidad ha "normativizado" según sus propios planteamientos. Aspectos que van desde los que se expresan en la Orden ministerial, hasta los que dicen que hay que seguir la norma que está actualmente en vigor, y me refiero en concreto a lo del número de materias con calificación negativa que hay que tener para repetir (Secundaria).
Segundo inciso: Algunas personas están comentando que una orden ministerial no puede anular una ley de mayor rango. Eso lo creía yo también hasta el año pasado, cuando la consejería de educación de Andalucía anuló la distribución horaria de las enseñanzas que se disponían en una orden mediante una instrucción publicada a finales de junio de 2019. Una vez abierto el melón,....
Digamos que la etapa de Primaria lo tiene más o menos fácil hasta quinto. Efectivamente, como ya sabemos, la repetición es algo excepcional, y si se decide la no promoción, debe ir acompañada de un informe. Además, la permanencia de un año más en un mismo curso deberá ir acompañada de un plan específico de refuerzo o de recuperación y apoyo. La administración quiere pruebas de que nuestra decisión es correcta y está fundamentada. (¿Hay confianza?)
En las demás etapas ocurre algo parecido. En las instrucciones que se han publicado también se deja en manos del profesorado y del equipo docente en general las decisiones importantes. Pero cuidado, siempre que esté de acuerdo con la normativa en vigor, y que ante cualquier reclamación tengamos las cosas bien atadas. Ya sabemos que "o demostramos" o "no llevamos la razón". (¿Hay confianza?)
Por cierto, hay otra "cosilla" que no he comentado: la posibilidad de que los docentes tengan que ir a los centros (ellos solos, sin alumnado) para cubrir su horario de permanencia en el centro. Es una idea que se ha lanzado y sobre la cual ya hice un comentario: ¿Están preparados los centros para facilitar al profesorado todos los medios y la velocidad de datos de los que disponen desde sus casas o desde sus propios dispositivos? Si la respuesta a esta pregunta es :"Sí, vamos a facilitar a todos los docentes en su horario de permanencia en el centro las herramientas tecnológicas y la velocidad de conexión adecuadas para que ejerza su labor de teleformación con el alumnado mejor que si estuviera en casa", entonces yo sería el primero en apuntarme, pero creo que los centros no están preparados en absoluto para eso. Si los docentes vuelven a los centros "sin alumnado", me temo que es por "a ver si no cumplen con el horario y están muy relajados".
Termino ya esta entrada, no sin emplazarnos para las dos próximas:
- La intrínseca desconfianza en... (2 de 3) referida a la relación docente y alumnado.
- La intrínseca desconfianza en... (3 de 3) referida a la evaluación en un ambiente hostil y "raro".
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