Hace unos cuantos días, nuestro compañero David Sierra (@simplificamates) lanzó una pregunta a través de Twitter que reproduzco a continuación y que me va a dar pié para esta segunda entrada.
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Comienza el curso y surgen de nuevo las conversaciones entre profesores sobre cómo evaluar y calificar el cuaderno del alumno: examen de cuaderno, rúbrica de cuaderno, recogida, observación en el aula... ¿Cúal recomendarías para 3°/4° ESO?
Como ya he comentado, esta pregunta me va a dar el motivo para la presente entrada.
¿El cuaderno? ¿Qué es el cuaderno?
¿El examen? ¿Qué es un examen?
¿Un mural?, ¿Una presentación con un programa de ordenador?, ...
Cuando pensamos en todo esto, ¿estamos pensando en técnicas o instrumentos de evaluación? o estamos pensando en instrumentos de calificación? ¿Qué pretendo al corregir un cuaderno, un examen, una presentación oral o una interpretación con una flauta?
¿Pretendo evaluar, o extraer de ahí un número para trasladarlo al boletín?
Eso es lo primero que tengo que tener claro.
Yo sigo distinguiendo entre lo que es evaluar y lo que es calificar pertoque me pareces cosas completamente distintas (aunque al final de esta serie de entradas podremos pensar que basándonos en una de ellas, podemos cumplimentar la otra).
Todos los instrumentos y técnicas que se han mencionado antes o que se nos pudieran ocurrir no son otra cosa que las herramientas de las que yo me sirvo para evaluar aquello que a mí me interesa.
Es decir, dentro de mi labor docente tengo que tener claro qué cosas son las que yo voy a trabajar, y con la palabra "cosas" me estoy refiriendo tanto a conceptos cognoscitivos, como a actitudes o cualquier otro aspecto competencial, esté en el currículo actual y oficial de la materia o no.
Permitidme que ponga un ejemplo.
Voy a preparar un proyecto. Previamente ya he decidido qué elementos curriculares voy a incorporar. (En una próxima entrada os mostraré todo el proceso que yo he seguido desde que me "anuncian" que voy a dar tal o cual materia en tal curso, de una manera más concreta).
El proyecto va a estar basado en la Edad Media. Es imprescindible que ya conozca, al menos un poco, con qué alumnado lo voy a desarrollar, y no me refiero al nivel educativo, si es tercero, cuarto, o quinto, sino qué características tiene, tanto el grupo de alumnos y alumnas, como el nivel competencial de cada persona, sus características, sus habilidades, sus carencias, si tienen adaptaciones significativas o no, su están "catalogados" (mira que me gusta poco esa palabra) como alumnado NEAE, en qué materias, etc. Esto es básico, ya que yo no puedo plantear el desarrollo de mi proyecto para un grupo "ideal", en el sentido de imaginarme cómo son por el nivel en el que están.
No existen dos proyectos iguales, ni se desarrollan igual por mucho que queramos. Cada clase, cada alumno o alumna es un mundo, y la suma de esos mundos es lo que me va a permitir personalizar, extraer y desarrollar las capacidades individuales.
A partir de aquí, planteo mi proyecto en base a la pregunta :¿qué quiero desarrollar?
La respuesta la tengo clara: por una parte todo lo que me dicta la normativa, por otra parte, aquello que he visto y/o comprobado que hay que desarrollar y que por cualquier circunstancia no está explícito en el currículo ( Por ejemplo, me interesa trabajar la correcta postura a la hora de la interpretación musical: posición del cuerpo cuando se interpretan melodías con instrumentos de placa, cuerpo erguido para facilitar la respiración en la interpretación con la flauta,... pero en el área de música del tercer ciclo de primaria no encontramos ningún criterio de evaluación al que podamos asignarle esos aspectos. El más parecido es el criterio:
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EA.CE.3.16. Planificar, diseñar e interpretar solo o en grupo, mediante la voz o instrumentos, utilizando el lenguaje musical, composiciones sencillas que contengan procedimientos musicales de repetición, variación y contraste, asumiendo la responsabilidad en la interpretación en grupo y respetando, tanto las aportaciones de los demás como a la persona que asume la dirección.
Un momento, voy a mirar en los indicadores (recuerdo que los indicadores aparecen en la norma andaluza).
Hummm, !bueno!, el indicador es exactamente igual que el criterio. Así que nada. Me quedo como estaba.
Espera, que tengo los estándares todavía por ver. Pues no, tampoco me pone nada de eso.
¿Y entonces?
Pues entonces, yo eso lo voy a evaluar, y cuando un alumno o alumna esté interpretando su canción yo voy a fijarme su su postura corporal es la correcta o si tengo que comentarle que si se pone encorvado va a tener problemas de espalda, y que se debería corregir en futuras interpretaciones. Esto sí es evaluación.
Pero, ¿esta es la evaluación que nos pide la normativa? ¿El currículo con sus contenidos y criterios? Evidentemente no.
En el desarrollo de esa actividad también voy a fijarme en aquellas cosas que me pide la normativa, ya que al final tendré que calificar en base a lo que ésta me pide.
Durante la interpretación, no me voy a permitir calificar el cómo le ha salido, ni la interpretación en general, ni nada de eso. Yo me habré elaborado una lista con los principales aspectos que voy a evaluar (sí, una lista de cotejo con aquellos aspectos que me piden los criterios que evalúe) y así sacaré una nota DEL CRITERIO, no de la interpretación en sí.
Si llevamos este mismo desarrollo o ejemplo y lo aplicamos al cuaderno, al examen, o a cualquiera otra técnica o instrumento que usemos, podemos observar que una nota "al cuaderno" o "al examen" carece de fundamento. El cuaderno o examen o cualquier otra cosa me permite evaluar y/o calificar aquello que por un lado me pide la normativa (criterios, indicadores o estándares) y por otro todo aquello que yo considero importante desarrollar, profundizar o que mi alumnado adquiera con ese proyecto.
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