Antes de comenzar esta tercera y última entrada, quiero romper una lanza en favor del profesorado que realmente hace lo que puede, se esfuerza por sus alumnos y alumnas, innova en el aula hasta límites insospechados, llevan un montón de trabajo a casa, es capaz de recoger trozos de corcho blanco para que en clase se puedan hacer trabajos sin que sea gravoso para las familias,... etc.
No quiero ser como la sociedad en la que vivimos que da mucha más importancia a ciertos jugadores de "deporte rey" que a los docentes, médicos, bomberos,...
Vaya mi total reconocimiento a todos los que estamos integrados en la docencia de una forma o de otra.
Dicho esto, comienzo con mi proposición, ya que hoy lo que toca es que aporte una serie de ideas para hacer más fácil todo lo que he estado exponiendo a lo largo de mis entradas.
Esta proposición no va destinada al profesorado, sino que la quiero dirigir a esas personas que se encargan de la elaboración de leyes educativas, de los currículos, de la burocracia, etc. Creo que pocas personas dedicadas a esto leerán y aceptarán algunas de estas ideas, aunque noto un cambio en Andalucía con el cuestionario de "Repensar la primaria" que se le ha enviado a los centros.
Mi defensa realizada en la anterior entrada sobre el currículo abierto creo que debe ser completada con una serie de propuestas concretas. Mencionaba la necesidad de establecerlo de tal forma que lo que tuviésemos fuese unos criterios de evaluación finales, sin distinción de niveles, cursos, ciclos o edades. Dicho así, parece que se queda en una amplitud demasiado grande. Y si además pensamos que es el profesorado quien tiene que delimitar dichos criterios para evaluarlos, lo que estamos haciendo en cargar de más trabajo al docente.
Recuperando una anterior entrada, donde se proponía una evaluación mediante criterios y listas de cotejo, ( Sexta entrada: la evaluación competencial pura en base a criterios ) y teniendo en cuenta que por parte de los "hacedores" del currículo ya se tiene experiencia en la formulación de estándares, lo que planteo es que este trabajo quede ya fijado en esa nueva reforma que se promete.
¿Pero eso no es cerrar el currículo?
Pienso que no.
La idea es legislar nuestro diseño educativo formulando criterios de evaluación al estilo de lo que nos podemos encontrar ahora, desglosando esos criterios en aspectos concretos que se van marcando al conseguirlos. Criterios que no sólo contengan contenidos, sino que la concreción evaluable de los mismos contengan aspectos de conocimiento, de saber hacer, de resolución es situaciones problemáticas (que no resolución de problemas a partir de un enunciado aséptico).
Algunas personas pensarán que eso son los estándares, ¿verdad? Pues podríamos decir que sí, pero no con la filosofía tan clasificatoria como los que son en nuestra legislación actual. Además, los estándares actuales son finalistas de etapa, no son descriptivos de los criterios. Han sido pensados para calificar unos aprendizajes homogéneos, de un alumnado clasificado como ya he mencionado antes.
Además, podemos cambiar la palabra estándares de aprendizaje por estándares de alumnado, ya que lo que persiguen esas formulaciones es clasificar a los alumnos y alumnas en "los que han superado y en los que no" lo han hecho.
Un currículo abierto, pero claro en su formulación y donde se haya facilitado al profesorado todo lo "facilitable", es sinónimo de más tiempo para realizar lo importante en clase, con metodologías innovadoras y activas, sin seguir el libro de texto al pie de la letra. Un currículo abierto donde lo importante sea ese alumno o alumna en concreto, no lo de "tengo que cumplir una programación".
Es mi propuesta. No sé si habrá docentes que piensen de esta manera, pero me gustaría pensar que sí.
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