Quizás esa frase no diga mucho, pero... es así como pienso.
Nuestra Consejería ha apostado más por la calificación que por la evaluación. Eso, para mí, supone una decepción.
El pasado miércoles, 27 de septiembre de 2017, tuve la gran suerte de asistir a una reunión en la Consejería de Educación, en Sevilla. En ella se presentaba "El nuevo cuaderno del profesor", (¿cuaderno del "PROFESOR"? ; creo que era más correcto decir "Cuaderno del profesorado", pero en fin). Dicho cuaderno está incorporado a una app denominada iSen.
En esa app hay una parte nueva en la que a las actividades evaluables se pueden relacionar con los criterios de evaluación o con los indicadores (dependiendo de lo que nosotros hayamos elegido con anterioridad).
¿Cómo se recoge esa "evaluabilidad" de las actividades?...
Pues sí. mediante una nota. Una nota comprendida en el intervalo entre 1 y 10. Es decir. Calificación.
Y esa calificación se traspasa directamente, por arte de los bites, al indicador o criterio que hayamos elegido o asociado.
Una vez más, la calificación/clasificación del alumnado gana por goleada.
Ahora seremos los docentes de a pie los que nos tendremos que romper la cabeza ( y nuestras maravillosas ideas sobre la evaluación ) haciendo de tripas corazón, para que desde nuestra perspectiva competencial, donde mi rúbrica me permite saber cómo puedo atender mejor a cada persona, pueda, en contra de toda mi creencia, poner una calificación.
Ya que tenemos las cosas claras, de lo que nos piden, habrá que darle un par de vueltas.
Ideas no faltan.
Primero: En el caso de primaria, elegir si se va a trabajar/evaluar/calificar por indicadores o criterios.
Segundo: Establecer una ponderación y/o secuenciación.
Tercero: Decidir si se va a rubricar en base 3, en base 10, en base 7/10,...
Cuarto: ...
Tranquilidad, que piano piano se arriba lantano.
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